domingo, mayo 18, 2008

Del método científico en la vida cotidiana

Research science is a hard to do, expensive, time consuming and not very natural to the human psyche. Loren Eiseley, essayist and historian reminds us that science "has to be learned, consciously practiced, stripped out of the sea of emotions, prejudices, and wishes is which our daily lives are steeped."

Truth is, we all like to push the facts away when it serves us. We recall, years ago, out for a run in the hills of Oakland, California overlooking the Bay area, when a friend began to comment on ordinary things, such as how many inhabitants lived in the Bay area. We bandied around some numbers, we passionately argued for 100,000 more, 100,000 less, until it occurred to one of us to suggest that we could actually look the number up. In a second, our pleasure at debating our half-baked opinions was gone and we were trapped by the knowledge that there was a truth larger than us.

The moral of the story is simple: we all like to cheat a bit on the facts. Few of us can resist the temptation, especially when the economic rewards for eliminating rigorous methodological rules can be enormous.

Enrique Dans y David B. Allen, Methodology and rigor. How 'false prophets' pushed firms to the dot.com cliff (pdf, 82kb). Primera revisión para "Issues and Opinions", de Management Information Systems Quaterly (MISQ). Visto por última vez aquí. Las negritas son mías.

Todo esto viene porque llevo tiempo dándole vueltas a una reflexión. Dans y Allen tienen razón cuando dicen que tendemos a forzar los hechos, aunque en mi opinión no se hace por una cuestión de gusto, sino que se hace de una manera inconsciente, casi diría etológica.

Al fin y al cabo, nuestro cerebro no deja de ser el de un simio, el mismo cerebro, o con pequeños cambios, que se adaptó a vivir en un entorno hostil, selvático en ocasiones, arborícola en otros, y sabánico en la mayor parte de las veces. Este cerebro, que ha evolucionado más tiempo intentando sobrevivir que intentando encontrar la verdad (¿Richard Gregory?), es un cerebro que aprende por analogías, que utiliza estrategias sub-óptimas porque funcionan en la mayor parte de las veces, un cerebro que procesa lo que le llama la atención, descarta lo que no le llama la atención, y deriva conclusiones en consecuencia.

"Vale tío, pero ¿a qué viene todo esto?"

El origen de esta reflexión es más bien frívolo, insustancial: abriendo la caja de la medicación que estoy tomando, recordé aquello que decía que siempre te encuentras el prospecto por el lado por el que abres la caja.

Creo que todo empieza porque inconscientemente le damos una carga de verdad a una frase, sobre todo si lleva bagaje negativo (esto no sé si tendrá que ver con la idiosincrasia de aquí). Después, y cada vez que nos encontramos con la esa situación, vamos recordando la frase cada vez que se hace cierta, reforzando la "verdad" que subyace tras ella.

Pero en muy pocas ocasiones nos hacemos conscientes de los casos negativos. No nos damos cuenta de que la caja la hemos abierto por el lado contrario al prospecto, o que la tostada cayó por el lado sin mantequilla. Simplemente, no nos ha hecho recordar la frase,

¿Cuántas veces nos pasa que reforzamos nuestras propias convicciones a fuerza de fijarnos en aquello que lo confirma, y olvidamos ser conscientes de fijarnos en los casos que las cuestionan?

No hay comentarios: