domingo, agosto 31, 2008

Leer

quevedo Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años vengadora,
libra, ¡oh gran don Joseph!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
que en la lección y estudios nos mejora.

Francisco de Quevedo

Llegué a él por una nota en este texto:

baltasargracian[...] sobre los favores de la naturaleza asienta bien la cultura, digo, la estudiosidad y el continuo trato con los sabios, ya muertos en sus libros, ya vivos en su conversación. La experiencia fiel, la observación juiciosa, el manejo de materias sublimes, la variedad de empleos, todas estas cosas vienen a sacar un hombre consumado, varón hecho y perfecto, y conócese en lo acertado de su juicio, en lo sazonado de su gusto; habla con atención, obra con detención; sabio en dichos y cuerdo en hechos, centro de toda perfección.

El hombre en su punto (Diálogo entre el doctor don Manuel Salinas y Linaza, canónigo de la Santa Iglesia de Huesca, y el autor), realce XVII, en El Discreto, de Baltasar Gracián.

Entre sus obras, Gracián tiende multitud de puentes. A la cita anterior llegué cruzando uno de ellos desde aquí:

Hombre en su punto. No se nace hecho: vase de cada día perfeccionando, en la persona, en el empleo, hasta llegar al punto del consumado ser, al complemento de prendas, de eminencias. Conocerse ha en lo realzado del gusto, purificado del ingenio, en lo maduro del juicio, en lo defecado [depurado] de la voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, fáltales siempre un algo; tardan otros en hacerse. El varón consumado, sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aun deseado del singular comercio de los discretos.

Aforismo 6, en Oráculo manual y Arte de Prudencia, Baltasar Gracián

Un camino, mil bifurcaciones...

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