jueves, octubre 02, 2008

Entre la comodidad y la exigencia

Normalmente llego al trabajo algo más de una hora antes de la hora oficial de entrada, pero no llego a entrar, y en vez de eso me quedo justo enfrente, tomando un café, mientras trato de adaptarme paulatinamente al ritmo diario. Entrar en el trabajo prácticamente un instante después de despertarse es como despertarse con un jarro de agua fría: el mundo no te esperaba tan pronto, ni tú a él. Nada bueno, no...

Tomando ese café que te digo he visto a una de las alumnas de aquí dando instrucciones a una chica sudamericana acerca de las tareas de la casa que debía realizar hoy. "Limpiar detrás del mueble grande del salón", le decía, "y no te olvides de la lavadora". Continuaba la chica con su retahíla: "Deja las llaves encima de la mesa, hay una cosa roja para..."

La chica no tendrá más de veintipocos años, pero se ve que hace su vida emancipada de sus padres, que quizá viven en alguna otra provincia y eso la obliga a tener alquilado un piso. Vamos, digo yo... El caso es que no he podido evitar que un pensamiento fugaz me cruce la frente: "Así es bien fácil vivir".

La reflexión ha ido al final un poco más allá, y es la que quiero compartir. Esta chica puede, tiene los medios (o sus padres, para el caso) y lo hace. Es probable que no haya conocido el esfuerzo de llevar una casa por su cuenta, sin ayuda de nadie. Ni falta que le hace. Sin embargo...

Sin embargo, sabemos que damos lo mejor de nosotros mismos cuando nuestras necesidades están un punto por delante de nuestros recursos, como bien supo apuntar el maestro Ortega. Si nuestras necesidades están cubiertas y aún más allá, nada nos obliga a esforzarnos, a llegar a ser un poco más. ¿Habríamos desarrollado una mente si en su momento la comida no hubiera sido difícil de conseguir? ¿O la musculatura que permite movernos?

1743995_7950ad9579_mY las cosas tampoco pintan bien en el otro extremo. Ante una necesidad que supere con creces nuestras posibilidades de salvarla el cuerpo y la mente rompen, se deshacen, desbordadas por lo inatacable. Pero en esta zona, poco podemos hacer: los recursos son sólo aquellos de los que disponemos, y las necesidades nos vienen impuestas. Me interesa más ese punto en el que es nuestra voluntad la que parece entrar en juego, cuando nos planteamos un reto a primera vista gratuito e innecesario. Nada nos obliga excepto nosotros mismos. Nada obligaba a la estudiante a la que antes me refería a hacer las tareas del hogar, de hecho no lo necesitaba (queda claro que la reflexión se apoya en la hipótesis que me he dado por cierta, y no sobre otras tantas que hacen, por ejemplo, que delegar las tareas de la casa en otra persona sea en su caso una necesidad).

¿Qué hace que una persona sea exigente, frente a otra que se conforma con lo que tiene al alcance de su mano? ¿Por qué algunas personas buscan ese algo más que queda fuera de su círculo más inmediato? ¿Tiene sentido mantener una lucha por hacernos la vida más fácil y a la vez buscarnos complicaciones que nadie ha pedido más que nosotros mismos? ¿Dónde está el límite de exigencia personal?

Lamento dejar todas esas preguntas en el aire. Por desgracia, no dispongo de las respuestas. Ya me gustaría. Pero las dejo ahí porque al menos inician el camino de una reflexión. Quizá innecesaria, todo sea dicho, pero ¡qué demonios! Es mi reto personal.

¿Qué piensas tú?

 

La imagen, que parece ser un Sísifo en barro, es de José Encarnação.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hum.

Yo he tenido asistenta solo una vez.

Tuve que decirla que no volviera porque le pagaba basicamente para que cocinara conmigo y me contara cosas.

Anónimo dijo...

"¿Qué hace que una persona sea exigente, frente a otra que se conforma con lo que tiene al alcance de su mano? ¿Por qué algunas personas buscan ese algo más que queda fuera de su círculo más inmediato?"... yo estoy intentando a prender a aprovechar lo que tengo al alcance de mi mano, aunque es cierto que no sólo quiero eso, quiero algo más, pero no es un algo más dirigido por la exigencia, sino por el deseo. Soy inquieta y no puedo evitarlo.

Wilsoke dijo...

@miri Yo cocinar creo que no, pero planchar... ¡dios planchar! Por eso sí que pagaría sin pensarlo dos veces :-P

@evemary ¿Evitarlo para qué? Creo que la palabra "exigencia" tiene cierta connotación negativa, como de obligación, pero es verdad que en el fondo es deseo por hacer algo, aunque cueste.